Borges y los espejos… Es notable cómo la simbología no solo juega un papel protagónico en toda la obra de mi escritor favorito, sino también en nuestro día a día. Por supuesto, son los escritores quienes, por lo general, ponen de manifiesto todos estos símbolos.
En el 2019, tuve la oportunidad de visitar la Fundación Internacional Jorge Luis Borges. En una de las salas de exposición se encontraba una silla impresionante: al colocarse uno a cierta distancia de esta, surgía, como saliente de un espejo, la cara del escritor. La sensación era la de que él estaba todavía en esa misma habitación, detrás de mí.
Es sabido que Borges siempre hace referencia directa o indirecta a los espejos. Estos cristales intrigantes representan, con su imagen reflexiva, una sincera incógnita sobre la realidad vivida o por vivir. Ahora, al recordar el día de mi visita a la fundación, no sabría decir si en el momento en que veía la cara de Borges en la silla estaba yo posicionada en un tramo del pasado o de aquel presente.
Los ¿nuevos? espejos del siglo XXI
Hoy, en tiempos de pandemia, los medios de comunicación advierten cómo se proyecta nuestro reflejo en el espejo europeo. Analizar esta imagen sería útil, aseguran, para anticipar eso que no sabemos a ciencia cierta qué es y que se aproxima a paso firme. Volviendo a Borges, «El espejo y la máscara» me remite, sin duda, a las máscaras y barbijos actuales.
El simbólico espejo representa la dualidad de la vida, de los actos y de las decisiones que se toman o se dejan de tomar. Particularmente, me resulta fascinante ahondarme en las imágenes de los espejos a través de las palabras de Borges —o intentarlo, al menos— para descubrir la vida misma en sus textos incomparables.
El reflejo en el espejo permite dar rienda suelta tanto a hechos reales como a las más grandes fantasías latentes en la mente humana. Borges, con su genio, exterioriza tales pensamientos para luego desdoblarlos en palabras y maravillar a sus lectores.
La profunda y enigmática imagen invertida genera intriga, confusión, perplejidad. Allí se enlazan versiones, reversiones e inversiones realzadas en infinidad de colores, matices y destellos que, en nuestra incesante búsqueda del alma y de la verdad de la existencia, multiplican los significados hasta el infinito.
Me pregunto…
¿Qué imagen nos devuelve el espejo del siglo XXI? Y este espejo… es el mismo de siempre, ¿verdad?
El eterno misterio de los espejos borgeanos
Los espejos, tanto en el plano estructural como en el temático, se pierden en la historia misma del ser humano y juegan un papel fundamental en la extensa obra literaria borgeana.
Los escritos de Borges ofrecen al mundo un espejo de reflejo único, insondable. Sus magníficos textos encierran un mensaje que nosotros, sus lectores, percibimos de forma diferente y personal de acuerdo con nuestra propia magia, creencias y apertura mental.
Por si fuera poco, cada relectura descubre nuevos universos en los que realidades y ficciones se funden por la eternidad.
Vuelvo a preguntarme…
¿Qué fulgores, qué objetos, qué criaturas prodigiosas o temibles nos contemplan, aún ocultas a nuestro corto entendimiento, del otro lado del espejo de mi amigo Borges?
Los espejos
Yo que sentí el horror de los espejos
no sólo ante el cristal impenetrable
donde acaba y empieza, inhabitable,
un imposible espacio de reflejos
sino ante el agua especular que imita
el otro azul en su profundo cielo
que a veces raya el ilusorio vuelo
del ave inversa o que un temblor agita
Y ante la superficie silenciosa
del ébano sutil cuya tersura
repite como un sueño la blancura
de un vago mármol o una vaga rosa,
Hoy, al cabo de tantos y perplejos
años de errar bajo la varia luna,
me pregunto qué azar de la fortuna
hizo que yo temiera los espejos.
Espejos de metal, enmascarado
espejo de caoba que en la bruma
de su rojo crepúsculo disfuma
ese rostro que mira y es mirado,
Infinitos los veo, elementales
ejecutores de un antiguo pacto,
multiplicar el mundo como el acto
generativo, insomnes y fatales.
Prolonga este vano mundo incierto
en su vertiginosa telaraña;
a veces en la tarde los empaña
el Hálito de un hombre que no ha muerto.
Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro
paredes de la alcoba hay un espejo,
ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo
que arma en el alba un sigiloso teatro.
Todo acontece y nada se recuerda
en esos gabinetes cristalinos
donde, como fantásticos rabinos,
leemos los libros de derecha a izquierda.
Claudio, rey de una tarde, rey soñado,
no sintió que era un sueño hasta aquel día
en que un actor mimó su felonía
con arte silencioso, en un tablado.
Que haya sueños es raro, que haya espejos,
que el usual y gastado repertorio
de cada día incluya el ilusorio
orbe profundo que urden los reflejos.
Dios (he dado en pensar) pone un empeño
en toda esa inasible arquitectura
que edifica la luz con la tersura
del cristal y la sombra con el sueño.
Dios ha creado las noches que se arman
de sueños y las formas del espejo
para que el hombre sienta que es reflejo
y vanidad. Por eso nos alarman.